La palabra amenazada by Ivonne Bordelois

La palabra amenazada by Ivonne Bordelois

autor:Ivonne Bordelois [Bordelois, Ivonne]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 2003-01-01T05:00:00+00:00


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La otra cuesta de la ladera

Este recorrido acerca de las posibilidades de escucha y contacto entre el español y las lenguas del mundo no puede terminar, sin embargo, en una nota superficialmente optimista. Entre las muchas ruinas a lo largo de las cuales nos vemos obligados a caminar en estos días, es en el lenguaje donde avanza más visiblemente una suerte de descuido colectivo que yo llamaría criminal. El castellano, que en esto se aparta del francés y del inglés, que carecen de equivalencias literales, registra las malas palabras. Recuerdo una vez haber leído en un tranvía en Barcelona, en épocas de Franco, todo a lo largo de la carrocería exterior, el siguiente cartel: Prohibido Blasfemar. Algo en la disposición y la magnitud del cartel parecía implicar que la consistencia misma del vehículo sería fatalmente vulnerable a las andanadas blasfematorias de los amortiguados ciudadanos catalanes que en él transitaban. A pesar del decorado almodovariano de esta anécdota, lo más gracioso en ella era la parte de verdad que se ocultaba detrás de la siniestra escenografía. La etimología nos dice que blasfemar se relaciona etimológicamente con lastimar, del mismo modo que insulto es una suerte de asalto en lo interior. La palabra mala, la agresión verbal desenfrenada es inminencia de ataque físico y ataque en sí.

No sólo es la blasfemia sino la palabra pobre, desentonada o destemplada la que reduce el lenguaje a cenizas. Leemos en el Fedón de Platón: «Porque hablar impropiamente no sólo es cometer una falta en lo que se dice, sino causar un mal a las almas». De lo que podría deducirse, inversamente, que hablar participando en lo propio del lenguaje, es decir, hablar respetando, afianzando, afinando las cualidades creativas y poéticas de la lengua, resguardando su decoro, su gracia, su riqueza, en una palabra, su dignidad, es hacer un bien a las almas.

A veces esto ocurre en los recitales de buena poesía, cuando la gente se pone a sonreír suavemente, reconociendo el resplandor de su propia lengua emergiendo de las rutinas desgastantes y de las distorsiones vulgarizantes que la desfiguran y sofocan. A veces, en cambio, esto ocurre en otro tipo de circunstancias: peruanos, bolivianos o paraguayos que trabajan entre nosotros —y que son víctimas frecuentemente de una feroz discriminación— nos hacen ruborizar cuando comparamos su vocabulario, y en muchos casos, sus modales, mucho más sobrios y dignos, con los nuestros, y en particular con los de nuestros adolescentes: tan fácil y tontamente se condesciende a lo vulgar y a lo falsamente moderno o snob entre nosotros. Y de paso, no está de más recordar, precisamente, la etimología de snob, que es una abreviatura de la expresión latina sine nobilitate: sin nobleza; con lo cual se da a entender la falsa afectación de quien pretende orígenes supuestamente mejores que los que tiene. Belén, nacida en Argentina, hija de peruana, no tiene tres años. Un día en que está algo molesta, alguien le dice: «Hinchapelotas». Belén se yergue en toda su estatura y desde sus negros ojos fulminantes responde con todas las letras: «Yo no me llamo hinchapelotas.



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